domingo, 17 de julio de 2011

Un fin de semana al aire libre

Viajar siempre es un placer, aunque sea a San Bernardo o Melipilla, pero en esta ocasión fue en un bus al sector llamado "Granizo" en la comuna de Olmué. El escultimo logra fenómenos que no se dan en la sociedad actual, logra mezclar personas de distintos logares, realidades socio ecoómicas y culturales en un solo círculo, en actividades entretenidas al aire libre, lejos de la televisión, el computador y los vicios en los cuales suelo caer cada fin de semana.

Algunos podrían decir que el escultismo es una religión, en lo estricto de la palabra, que proviene de religare, ya que tiene la característica de ser universal y de unir con un fin, éste es la formación del carácter de los muchachos logrando hombres libres y respetuosos, buenos ciudadanos para una sociedad cada vez más enfermisa e individualista.

Mi gran placer es pertenecer a instituciones, conocer, comprender y enseñar, pero sin duda, lo más gratificante es trabajar con niños, con aquellos que te llevan a hacer cosas que no harías ni por ti mismo, esos niños carentes de afectos que buscan comprensión y cariño.

Estos dos días en campamento bajo techo (carpas armadas dentro de un internado), más allá del frío de una Campana nevada, de la lluvia con toques marinos, fue un reencuentro con lo que me ha apasionado toda la vida, vivir al aire libre, lejos de noticias, temblores, problemas mundanos, lejos de la realidad que nos carcome día a día y que nos cansa de sólo pensarla.

Algunos de verdad soñamos dejar el mundo mejor de como lo encontramos, tal como nos pidió nuestro fundador Baden Powell en su último mensaje, aunque vemos en las noticias que el mundo va en retroceso, que el desarrollo es sólo económico, ni intelectual ni social, bueno, dependiendo del lugar geográfico donde se realice la medición.

Olor a tierra húmeda, arboles nativos y muy en especial... a boldo. Acampar siempre es un buen panorama, especialmente cuando los sueños vuelven a nacer en los ojos incrédulos de alguien que comienza a vivir lo mismo que muchos hemos hecho y seguimos haciendo hasta el día de hoy.

Este viaje fue a Olmué y a cada fogata que he vivido durante toda mi vida, fue el Lago Ranco, el Rosal, Los Lleuques, Los Ángeles, San Fabián, Melipilla, Talagante, Isla de Maipo, Minas del Prado, Chillán, Chivilingo, Cerro Negro, y decenas de otros lugares, donde al son de la canción del adios o del cumbayá he cmpartido este oasis de buenas intensiones. De regreso al mundo terrenal ya estraño las canciones, conversaciones y caminatas, es un tacto adictivo, creo que mucho más que el tabaco.

viernes, 8 de julio de 2011

RECURDOS DE UN SER DESCONOCIDO

En la lejanía del tiempo y la distancia, encasillado en un mar de recuerdos, comienzo a descubrir que el mundo actúa, piensa y ama lejos de mi solapado mundo de viajes libres, de conversaciones interminables y en un sinfín de conocer personas cada vez más interesantes.

Recorrer el mundo hace que en cada momento se adquieran nuevas experiencias y conocimientos, nuvas formas de ver la vida; aunque el aprendizaje de los más vetustos se renueva cual ave Fénix en mi comportamiento cada vez más relajado, tranquilo y solitario.

Regalo útil para vivir feliz es una carretera con un buen fin, o como dice Aleks Syntec: "el camino no se acaba, continuaré sin descanso, si logro llegar hasta un punto final, donde no hay más por andar"... el resto del tema lo abandono, porque el seguir recordando y pensando en utopías de distancia desconcentra mi caminar firme y claro por la "vereda tropical", quiero seguir en un viaje perpetuo, conocer a más personas que los que habitan China, aunque sin su tradicional cara de sospecha de estos individuos con color a demócrata cristiano (no es Xenofobia, sino que simplemente una analogía para alegrar una tarde de empate futbolero y comienzo de tendinitis).

Existen historias de intermedios en el andar, como los conflictos de quienes tienen cuarenta o llegando a los cincuenta, el conocer los dramas de las mujeres y la libertad de los hombres que sólo buscan saciar las ancias de compañía, o esas féminas descritas mamonamente por Arjona que no se liberan de los rollos y traumas provocados por la falla en un matrimonio. Quizás al comenzar un camino junto a alguien significa una proyección total que se rompe con una separación, y que muy en especial, rompen su propia proyección perfecta de la autoimágen.

Soñar en solitario significa lograr metas personales y hacer el quite a cualquier elemento que signifique cambiar de riel, cambiar prioridades y cambiar un paradigma casi perfecto. Equilibro en la autoimágen, equilibro en el actuar y pensar, sensación de tranquilidad que me molesta, pues las metas, logros y muy en especial, las desepciones provocan que mi vida suba y baje, vale decir, que viaje por el mar de los comportamientos y la persepción.

Debo un café, una ida al cine, un almuerzo y espero dos visitas, todo marcado por distintas sensaciones de cariño, semicariño, atracción, casi amor, enrredos de mi cabeza en los mil mares de mas sensaciones... esos deseos de abrazar, y esa rabia cuando sientes que perdiste a quien crees que es la mujer más importante de tu vida (sin pensar en la familia, obvio).

Me carga la sensación de pacividad y resignación, esa idea católica del dolor, de la otra mejilla, del sufrimiento por el prójimo, ese "dar hasta que duela" del padre Hurtado. Prefiero no el egoísmo, sino que el ombliguismo extremos a la hora de lograr metas, olvidar el sentir por un fin, por tener elementos exquisitos para volar por las nubes y contemplar a quienes caminan en el mundo de los "de a pié". Es como pensaba el mítico Juan, pero no Juan el bautista, ni Juan Pablo II, sino que "Juán Salvador Gaviota", el que se perfeccionaba en conocer y volar, quien alcanzaba grandes velocidades para conocer las sensaciones de surcar el cielo con la velocidad de un águila. Juan miraba desde muy arriba como las gaviotas normales iban y venian desde la tierra firme a los pesqueron, sin otra finalidad que alimentarse; él sentía que debía aprovechar sus capacidades para ser más que lo impuesto socialmente por la bandada de la comida, él tenía como finalidad volar, muy alto y muy rápido.

No tengo alas de gaviota, pero me cargan los de la bandada de la comida, los que van en la mitad de la ola, los que asumen con una reverencia, los que aceptan para no complicarse la vida. Me gusta estar con los ojos más abiertos y sin ataduras que me permitan elevarme, volar. Por ahora sonrío al mundo, extraño a un par de gremlin, a unas cuantas gaviotas y a un picaflor volador, pero miro al horizonte y más que ver gente tan común como en una foto del paseo Ahumada, veo un horizonte sin fin.