viernes, 5 de octubre de 2012

A 24 años

Cuando se trabaja en alguna campaña política, la realidad se transforma en un reality, donde todo está transformado a la presión y la convivencia constante.

A 23 días del sufragio, paro un par de minutos a pensar por qué estoy en esto, a analizar mi actitud casi kamikaze entregado de cabeza a lo que quiero, que es algo tan siempre como ganar una elección de una comuna que conozco hace 7 meses.

Cada vez que veo a mis adversarios políticos algo pasa en mi interior, siento que ellos son culpable de gran parte de mis trancas, que son quienes me hicieron conocer a mis primos a los 16 años, gracias a quienes cada vez que veía un paco me moría de susto, gracias a quienes mi familia sufrió las de "kiko y kako" simplemente por pensar distinto.

Cada vez que veo a esa vieja alcaldesa designada por Pinochet, no puedo dejar de recordar cuando el alcalde de Coihueco (Raúl Martinez) designado por el mismo genocida, a mis apenas seis años me negaba los regalos que entregaba el municipio para la navidad porque era "hijo de un comunista", cuando explicaba a los apoderados en reunión del Centro General de Padres de mi escuela que había que votar por la "culebrita", porque los que votaban por el "huevito", eran wevones.

Cuando recorro los pasillos del municipio pareciera ver a las mismas secretarias de allá, esas rubias a la fuerza que lo único que hacen es trabajar como ovejas para quien comete las arbitrariedades más grandes. Es imposible que en cada actitud, en cada paso que doy, no me imagine que estoy pisando sobre el mismo terreno hostil de los años 80.

Aún recuerdo el primer día que me encontré frente a frente con Cardemil, no fui capaz de subirme al mismo ascensor, dije frente a él "prefiero bajar por las escaleras". No sé si corresponde guardar aun tanta rabia por todas las cosas que provocaron y que en especial a mi gente les tocó de forma tan directa.

Hace 24 años ganamos el NO, y digo ganamos, porque participé de las marchas, de las reuniones en la casa del doctor Tohá, quien posteriormente fue diputado, porque sabía lo que pasaba y lo que estaba en juego. Porque desde que tengo memoria íbamos con mi madre a las fosas comunes del Cementerio de Chillán a dejar flores a los Detenidos Desaparecidos que se sabía que habían ahí, siendo pequeño asistía a las peñas folclóricas donde servía para darse cuenta que aun estaban vivos y que habían motivos para luchar.

Porque vi cómo llegaban los relegados a la provincia, con una mano por delante y otra por detrás y las personas cobardes que le negaban la ayuda. Porque nunca entendí por qué gran parte de mi familia vivía en el extranjero, con una palabra que no estaba en mi léxico, "exiliados".

Porque sé lo que es desde niño mentir para proteger a mi familia, cuando me encerraban en una sala de la escuela y me preguntaban si mi padre tenía armas, con quién se juntaba, si llegaba gente extraña a la casa y que pensaba del general Pinochet.

Lo que celebro hoy, es que se terminó este sufrimiento eterno, la inseguridad, el miedo, los asesinatos, los fusilamientos, la tortura, las violaciones, los exiliados, relegados... fue un momento donde la esperanza renació y donde sentí que la vida de mi gente volvió a florecer.