domingo, 18 de marzo de 2012

Pichidegua

Hace muchos años molestaba a una compañera de la universidad por vivir en Rengo, a diario le decía: "¿cómo puedes vivir en Rengo? ¿a caso está en el mapa?, he pasado cientos de veces por la carretera desde Chillán a Santiago y existe San Fernando y Rancagua, pero ¿Rengo?".

Como siempre, la lengua condena las burlas, pasaron los años, y me fui a trabajar con un honorable diputado de la república, el distrito era el 33... vale decir, la ciudad más grande era Rengo. Pasé aproximadamente 90 días de mi vida en esa ciudad, pero intercalados durante algo más de 6 meses, aprendí a querer el distrito, sus paisajes, la región, la gente y hasta a algunas de sus autoridades, casualmente, sólo los radicales y algunas amigas socialistas. En definitiva, pensé que jamás estaría en un lugar más lejano o desconocido que Rengo.

El tiempo pasó, deambulé entre Chillán y Santiago, como es la costumbre histórica, hasta que un llamado llegó justo en el momento preciso, no sé si fue un momento de debilidad, la necesidad de parar el mundo que da vueltas cada vez más rápido o simplemente un poco de desilusión del mundo que me rodeaba.

A veces cuando día tras día se ve la maldad de tanta gente, de gente inculta, gente cultísima, uno que otro diputado octogenario o por lo menos cercano a esa edad, provocan cansancio, bajan las energías y lo peor, las ganas de hacer cosas.

Así vine a dar a Pichidegua, una comuna de casi 20 mil habitantes que limita con Palmilla, Peumo y Las Cabras, la conectividad es espectacular si se tiene un automóvil, aunque sea pequeñito, para un peatón como yo, posterior a las 19 horas se transforma en una cárcel, no hay buses ni colectivos para salir a la "civilización", con eso me refiero a lugares como San Vicente de Tagua Tagua, Rengo o Rancagua.

¿Qué hago acá?, esa fue la gran pregunta que me hice en mi primer día laboral, aunque debo reconocer que hoy fue la última vez que me pregunté esto. En lo estricto, soy el encargado de comunicaciones del municipio, un lugar donde hay mucha libertad de hacer, y a veces, de no hacer, estoy en un rinconcito de la alcaldía, escondido con mi netbook tras un pequeño escritorio, me pueden encontrar en la radio haciendo el programa municipal, en la oficina del jefe (alcalde), en muy pocas ocasiones podrán verme en la oficina del lado conversando de la inmortalidad del cangrejo o cualquier otra cosa que libere mi cabeza de algo que me pueda estresar.

Reconozco que la lentitud me irrita, el día es eterno, porque la gente parece que escuchó mucho a los griegos y buscan el ocio para poder encontrar grandes ideas, las cosas que en mi vida en el Congreso eran para antes de ayer, acá son para pasado mañana "yo creo", un mundo distinto al que me cuesta acostumbrarme.

El pueblo, un lugar creado por Dios, para quienes crean en él, algunos podemos decir que el Gran Arquitecto del Universo puso su mejor esfuerzo en dar forma a estos paisajes, sectores lindísimos, podría definir que Pichidegua es una comuna hecha postal, cada sector es un lugar que se agradece conocer. Su gente es variada, hay sectores tranquilos, como El Salto, Santa Amelia y San Roberto, así como otros un poquito más conflictivos como Pataguas Cerro y San José de Marchihue, pero cada uno con su encanto.

El pueblo son tres calles largas, en la del medio que se llama independencia se encuentran los dos supermercados, la plaza, la municipalidad, el hospital, el hogar de ancianos, el gimnasio, liceo y cuanta cosa se les pueda ocurrir que pueda haber en un pueblo chico. Debo reconocer que también hay un
pasacalle hecho por mi, que anuncia la llegada del BancoEstado a la comuna, gestión que acompañé a realizar y que hoy algunos se molestan porque se de a conocer.

Acá también hay gente mala, nunca he podido entender si la gente quiere el poder por el dinero que conlleva tenerlo o por satisfacer el ego, una gran pregunta que puede tener muchas más respuestas, en el caso de Pichidegua, creo que sería cada una por sí sola, el dinero y el ego. Ya soy conocido en la localidad por los comentarios malintencionados de un par de hermanos, pero si en una comuna de casi 20 mil habitantes en dos semanas me hago notar, sin duda se me infla el pecho como palomo y mi ego llega al cielo, no todos pueden hacerse relativamente famosos sin moverse de su escritorio, como versaba un antiguo comercial de financiera.

Estar acá es una aventura, se quiere a los forasteros por 15 minutos, luego exigen que todo debe ser entre y para los vecinos de Pichidegua, aunque he visto maldad, también me encontré con personas de apariencia buenas, de apariencia confiables, y digo de apariencia porque en el fuero interno nadie lo puede saber.

Por ahora sólo una parte de la historia, pronto un poco más de esta crónica.

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