sábado, 13 de febrero de 2016

Primavera en febrero

ha pasado mucho tiempo desde que mis dedos no tocaban el teclado del blog, en ese entonces con mi mano derecha aun podía agregar tildes, hoy la vida ha cambiado, aun lucho por caminar derecho y normal, pelea en  la que estaré toda mi vida buscando la perfección.

He pasado por mil cosas, pero he vuelto a nacer, he vuelto a enamorarme cada 15 minutos, se nota que he madurado, ya no son 5 minutos, sino que con esfuerzo he agregado diez minutos más, para contarle al mundo la sensación de sentir, y seguir vivo.

la independencia es lo mejor que inventó el Grande Arquitecto del Universo, pero tengo una queja, nuestro sistema motor lo hizo muy complicado, qué tiene que ver la marcha con el movimiento del brazo? Él nomás lo sabe... nos hizo como si fuéramos un Citroën, super complejos pa' entrar a picar.

No todo puede ser malo, he visto muchos ojos lindos en muy poco tiempo, cuál de todos más transparente... ya no me enamoro de narices perfiladas, sino de miradas tiernas, miradas de abrazo, o como dijo una amiga, "miradas de oso".

este escrito es de insomnio, no me pidan la cordura que no tengo y que muchas  veces intento aparentar, sigo siendo del aire, de los cielos del universo... muy poco apegado a lo mundano, no me creo dios, sólo un alma que aprovecha sus días interminables de respiro y oxígeno.

sábado, 6 de junio de 2015

Requem

Mientras mi dedo índice izquierdo me siga acompañando seguiré vivo, pensé en escribir una linda carta pero como si fuera un discurso de inauguración de una Feria Minera, no se me ocurren ideas.

Soy un nostálgico y un tipo de piel, de esos que cuando aman entienden que deben velar por el bienestar de la persona amada, de esos que disfrutan ver dormir.

Europa está mirándome desde lejos, uno de los pocos lugares no recorridos que me esperaban con los brazos abiertos. No quiero ángel para un final, sino Oda a Mi Generación,  quiero a Víctor Jara y el Andariego de Aparicio Manns, quiero todos mis himnos entonados por los últimos 15 años.

Siempre he sido aire más que tierra y quiero segur siendo parte de las ventoleras invernales, de aquellas que sacuden los álamos y que les quitan las pocas hojas sobrevivientes del otoño.

A mis 35 años he muerto voluntariamente cuatro veces, tal como Juan Salvador salió de la bandada de la comida y logró renacer con ese importante objetivo de volar.

Mis grandes placeres, la música, cantar, conversar con mis amigos, familia y hermanos, viajar,  conocer distintas experiencias, enamorarme para darme cuenta que efectivamente estoy vivo, 

No me gusta la tristeza, quizás la nostalgia, pero uno está en este planeta para ser feliz, para querer y hacer feliz a los demás.

Baden Powell nos enseño a que debemos dejar este mundo mejor de como lo encontramos, una gran guía para quienes tienen el rol de seguir en este planeta.

Viajen, caminen por la naturaleza y digan lo que sienten, los abrazos son gratis y como dijo una gran hermana guía de coronel, los besos son ricos, por qué negarse a ellos. 

En la vida he escrito cientos de poemas y en cada uno he expresado mi cariño por el mar y la tranquilidad del sonido de las olas, tengo la convicción que en mi vida he sido una gaviota pródiga, que se ha alejado del mar pero que en algún momento volverá a las olas.

Llegué a ser lo que soy gracias a muchos esfuerzos, mi familia que resistió la tempestad de 17años de persecución entregándonos aún así niñez, a mis abuelos con su ejemplo de rectitud y preminencia, tíos llenos de cariños y abrazos. Cómo poder agradecer a cada uno de las personas que han participado de mi vida, mis hermanos de Logia, mis hermanos del clan, mis hermanos Scouts y correligionarios, amigos de la vida, parejas; uno es una mezcla de voluntades e ideas, en este caso, me imagino que con un buen resultado.

Siempre que se prenda una luz alrededor de manos entrecruzadas se logrará el objetivo de existir y de simplemente permanecer en el recuerdo. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

En momentos de Reiki e insomnio

El sonido del piano comienza a calmar mis agitados sentidos, un leve sonido de caída de agua transcurre a las 2:51 de la mañana, en momentos en los cuales nuevamente recibo la mala noticia que un hermano tiene el honor de decorar el Oriente Eterno.

La música se detiene y comienza a aflorar la música de los astros, de los buses que pasan a alta velocidad por la Alameda y que con atención perfectamente se pueden sentir.

Hace algunos momentos, sólo por instantes me sentí un alguien normal, que siente ríe y toma leche en las noches, que eleva plegarias al Grande Arquitecto del Universo para disfrutar lo que sea posible de la vida. Y en eso estamos, con una nueva meta y una naciente complicación.

Dentro de todo hay elementos que sirven como hermosos discursos y parte de un ritual repetitivo. Cuando termina una reunión de scouts de dice la frase "Una vez scout... Siempre scout, scout siempre listo" como si fuera una oración que muchos repiten como loros. En este tiempo he podido palpar de forma empírica lo que significa pertenecer a un movimiento  como este, donde efectivamente se es hermano de todo scouts, donde se sirve sin esperar recompensa, donde no importando el uniforme, las edades y los estilos, la solidaridad es plena y absoluta.

Luego de esto viene otro mundo, el de los amigos, ese mundo de los afectos reales, lejos de los ombliguismos, sino que más cerca de los sentimientos más puros, de lo hermoso de ser de la especie humana y sentir hasta el hueso. He sentido apoyo de gente con quienes el destino nos ha cruzado y nos ha llevado  a conocernos, amigos de ayer hoy y siempre, hermanos que sólo merecen un "perdón por no ser como ustedes en muchas oportunidades". Por otro lado he descubierto personas que saben escribir hermosas palabras, pero la que mejor les queda en letra manuscrita es Ombliguismo.

Con todo esto, puedo decir que he aprendido del ser humano, de las relaciones interpersonales, de los fenómenos sociales, de la gente que me rodea y además, a ser más fuerte frente a las adversidades. Hoy he suplido mi soledad con abrazos  y cariños. 


miércoles, 15 de octubre de 2014

Palabras al mundo

Cuando te dicen que tienes un tumor cerebral que provoca un edema, ataques de epilepsia circunstanciales y quizás que cosas que no se ven, la verdad es que lo primero que pasa por la cabeza es “¿mi vida no puede transcurrir de forma normal?”, pero lo único que surge es la sensación de ansiedad por que exista un rápido desenlace.

No puedo dejar de llorar cuando veo o siento demostraciones de cariño, pero no por la tristeza de que exista una probabilidad de no ver  más a muchas personas, sino porque esas demostraciones de cariño son parte de lo más importante que he hecho, el entregar lo que soy a la gente que quiero.

Como dice un tema que me dedicó mi hermana” aun creo en la utopía y no soy el mejor hombre… quiero que sepas que aunque arrastro mis fracasos, si quieres contar conmigo, aun guardo fuego en mis manos”, ese ha sido el espíritu de mi existencia, nací con complicaciones, sin oxígeno y mi vida siempre se ha desarrollado al límite, pero con todas mis limitantes, no he dejado de ver más allá de mi ombligo.

Tengo agradecimientos inmensos a cada una de las personas que se han preocupado por mí, a mi familia que sé que lo están pasando mal por estar tan lejos, a mis hermanos scouts, que se han transformado desde siempre en parte de mi real familia; a mis hermanos de Alfa Pi Épsilon y muy en especial a mis jaguares, por estar, por esos abrazos y cariños.

Como dice el mismo tema de Ismael Serrano “he aprendido a hacer maletas y comer solo, a reparar espejos rotos, sé del tesoro de las cosas más pequeñas”, mi vida solitaria me ha llevado a ver la realidad de una forma distinta, disfruto de viajar, de conocer personas e historias, de ser de Chillán y Santiago, de concepción y Pichidegua, del Viña del Mar y San Vicente, de Antofagasta, Arica y Quilpué, un tanto de Temuco, Osorno y Puerto Montt, de no ser de ningún lado y a la vez ser de todos.

Siento que no debo nada, he disfrutado de cada segundo de mi vida, he ayudado a la gente que más he podido, creo en las utopías y muchas veces me he transformado en una. Amo a una mujer que el más grande logro fue acariciarla sin que me mordiera; amo a mi familia y agradezco la enseñanza de mis abuelos, mis padres y mis hermanos, todos grandes luchadores por lo que han creído y adoro a mí sobrina; quiero a mis amigos, a quienes el destino me ha puesto en el camino; quiero a mis familias postizas: Pavez Herrera, Pérez Flores, Pinto Cappello, Valdés Carvacho;  creo y confío en el Gran Arquitecto del Universo, única fuerza creadora; tengo una ideología clara y camino siempre con mucho cuidado de dónde voy pisando, tal como lo dice Silvio en la Fábula de Tres Hermanos.


No sé lo que ocurra de hoy en adelante, pero sí sé que estoy muy tranquilo, no porque quiera parecer un hombre inmutable, sino porque en esta ocasión no tengo la capacidad de cambiar el destino, la suerte ya está echada y creo no ser una mala persona, sólo un tanto preocupado de la luna más quede la tierra. Un abrazo para todos

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Una linda y hermosa historia de Puerto

PARTE I

El ómnibus llegaba al terminal de Valparaíso, el par de amigos lo habían abordado sin saber con gran detalle del lugar dónde debían encontrar una casa misteriosa llena de gente a quienes sin conocerlos ya los llamaban hermanos, como si fueran parte de una religión o una secta. Marco había accedido a viajar con el compromiso que su amigo Cristian le pagaría los gastos y le compraría un helado, una propuesta importante y tentadora para un estudiante de provincia con pocos recursos.

Al descender del bus, comenzaron a preguntas a los transeúntes por una famosa calle porteña. Con rapidez emprendieron la desacertada caminata por la Avenida Brasil, preguntando esquina por esquina el lugar de una ceremonia secreta muy importante.

Así avanzaron cuadras y cuadras, cuando entremedio de una nube y junto a la sensación de felicidad, apareció una casa blanca, tan blanca como las alas de las gaviotas que revoloteaban sobre sus cabezas. Frente a una reja de fierro forjado se detuvieron los viajeros, neófitos en los cuentos marinos, pero dispuestos a ser compañía de un proceso importante.

Tocaron delicadamente el timbre y aparecieron dos mujeres vestidas formalmente, a la usanza antigua; les realizaron un par de preguntas extrañas, los hicieron pasar y subir una escalera larga y ancha, de esas casas antiguas construidas por los ingleses que disfrutaban de los tributos salitreros.

Al ingresar, todo era elegante, una lámpara de lágrimas de cristal adornaba el salón principal, y decenas de personas los recibieron con abrazos, como si los conocieran de toda la vida. En el fondo del salón una niña de no más de 16 años vendada y amarrada con cadenas. Los viajeros la observaron, pero no se sorprendieron, sólo preguntaron “a qué hora comienza el ritual”.

Fue en ese momento, donde los llevaron a un subterráneo, un lugar nada lúgubre, con apariencias de comedor; esperaron la llegada de la niña colegial y una peliroja. Marco y Cristian nunca habían participado de este ritual, pero sí conocían algunos parecidos de otras latitudes, estaban atentos a cada paso que vivían las muchachas. Para muchas personas sería impensado encontrar a dos jóvenes vendadas y amarradas que quisieran vivir ese proceso por el sólo gusto, lo que hacía presagiar que no sería algo fortuito, sino que una ceremonia especial.

Al ver aparecer a la pequeña crespa, Marco inmediatamente se ofreció a guiarla, en completo silencio siguió paso a paso cada instrucción entregada; en el momento de hacerla caminar descalza por el mar ocurrió el primer inconveniente, y la pequeña tuvo que mojarse sus medias y quedarse así para el resto de la ceremonia, lo que para un día de invierno puede provocar como mínimo, un resfrío.

Marco prosiguió con lo que le indicaba, con la preocupación de que la pequeña joven se enfermara y no pudiera volver o simplemente no le gustara lo que estaba viviendo. Fue por eso que, una vez terminada la ceremonia, se acercó a preguntarle “¿tienes mucho frío?”, pero la niña con ojos café oscuros y rasgos mediterráneos lo miró fijamente a los ojos y con la ternura de su edad le dijo que estuviera tranquilo, que ya se habían secado sus pies y que andaba con más ropa en su morral.

Luego vino la comida, los brindis y las conversaciones, era un ambiente universitario, donde había algunos profesionales jóvenes que disfrutaban debatiendo temas como política monetaria, reformas al sistema imperante, lo bueno y lo malo del ritual, entre otros. Marco y Cristian estaban en un rincón sin conocer a los dueños de casa y a lo lejos, en el otro rincón se encontraba la pequeña crespa, intentando sentirse parte del grupo que recién venía conociendo y donde aún no le daban espacio.

Cristian se caracterizaba por ser muy amigo de los desconocidos y ya estaba entablando conversación con otra foránea que conocía desde hace algunos años, en cambio Marco, era más selectivo y justo en ese momento miraba a esta encantadora pequeña a la distancia, hasta que inventó ir a buscar una copa de vino, para sentarse cerca de ella y comenzar a conversarle. Así pasaron tres horas, sin saber qué estupidez tras estupidez decía, pero había logrado la atención de aquella expresiva pequeña de colegio, que demostraba su asombro por lo que seguía viviendo luego de haber estado amarrada y vedada. La conversación cada vez se hacía más interesante y ya no hablaban del clima ni de la ceremonia, sino que de Nietzche y la muerte de Dios. Poco a poco, sin moverse de sus asientos, comenzaron a aislarse del resto, ya no había ruido, porque sólo escuchaban las ondas de sus voces, ignorando el ambiente de jolgorio que los rodeaba.

Fue justo en ese momento, cuando alguien le dijo “Sophía, es hora de irnos, sino tu papá me va a matar”, Marco después de tres horas conversando supo cómo se llamaba, tenía claro por su edad que sólo podría entablar una simple amistad, pero antes de que dejara el lugar, tenía que atreverse a pedir su teléfono y los datos de sus redes sociales. Marco se despidió del hombre mayor que la llevaba de regreso a su hogar y luego abrazó a la pequeña crespa y le dijo “espero que mantengamos el contacto, te puedo venir a ver cuándo lo desees para que conversemos, dame tu teléfono y correo”, la niña lo miró de pies a cabeza, sonrió levemente  y comenzó a dictar numero por número y letra por letra.

Al partir la niña de rulos, Marco entristeció, pero como todo viajero empedernido, respiró, contó hasta 23 y comenzó a disfrutar del momento, sin olvidar por un solo instante cada cosa que conversaron y cada estupidez que provocaba en su rostro pequeñas sonrisas. Así terminó la noche, compartió con los dueños de casa, mientras Cristian lo miraba de reojos y movía las cejas, haciendo directa relación a las tres horas de conversación con la pequeña adolescente.


Al despertar, ambos amigos con resaca y tendidos en una alfombra, se levantaron para volver a la tierra que los había visto partir, sin antes comprar pan batido para desayunar. Caminaron ya con un rumbo más definido, pero con aquel bichito extraño de haber dejado una historia inconclusa.


PARTE II

Dos años después de aquel viaje, Marco había cambiado radicalmente de rumbos, llevaba avanzados algunos ramos más en la universidad, tenía un amplio grupo de amigos, un trabajo pequeño, usaba una barba incipiente, se había vuelto un metropolitano que sabía sin mayor problemas tomar los microbuses amarillos y tenía un centímetro más de profundidad en el análisis de distintos temas; junto a todo esto, estaba terminando una relación con una estudiante de música, a quien veía muy pocas veces, pero estaba presente en cada conversación, pensamiento y canciones en su guitarra.

En ese contexto, despertó un sábado a las diez de la mañana, mientras Cristian y otros amigos le decía “Marco, nos vamos al puerto”; en ese momento sintió que su cabeza se partía y recordó parte de los pasajes ocurrido la noche anterior, donde compartió con hermanos de todo el país, los que estaba congregados en una casa discreta ubicada en el Santiago antiguo. Había bebido vodka, ron, pisco y un vino en caja, llamado con cariño “cartonere”. Recordó que estuvo junto al cristiano Hugo sobre una mesa haciendo bailes polinésicos y además, había llamado al cantante Flosita Motuda para conversar sobre lo humano y lo divino a las 5 de la mañana.

Cuando sus amigos se fueron a Valparaíso, Marco volvió a cerrar los ojos, luego de segundos, ya estaba dormido profundamente. En ese instante una voz suave la habló cerca del oído: “Marco, descansa un momento y luego nos vamos al puerto”. Sin saber el tiempo transcurrido, abrió los ojos, saltó de un brinco y se metió a la ducha, en cosa de minutos, ya iba junto a Olga rumbo al Metro.
Con rapidez se subieron a un bus y comenzaron los recuerdos de hace dos años, en silencio observaba cada parra de las viñas interminables del Valle de Casablanca, pensaba en su presente y sonreía cada vez que recordaba las locuras de la noche anterior. Mientras tanto Olga leía con los lentes casi en la punta de su nariz La Casa de los Espíritus de Isabel Allende.

Cuando el auxiliar del bus les preguntó si bajaban en el terminal, Olga preguntó: “¿sabes dónde es la famosa reunión?”, Marco con cara de sorprendido no supo responder y dijo: “Tengo una amiga que debe saber, préstame tu teléfono”. En ese momento su cara se iluminó, tenía un motivo para llamar a Sophía y luego de dos años, saber de ella.

Tomó el teléfono y con toda decisión llamó: “Aló Sophía, hablas con Marco, ¿te acuerdas de mí?”, en esas milésimas de segundos corrió algo helado por su espalda, con el temor de que no lo recordara, pero ella respondió con voz cálida “claro que te recuerdo, no acostumbro a hablar tres horas seguidas con un desconocido”, en ese momento le volvió el alma al cuerpo y comenzó una funcional conversación sobre la forma de llegar a la reunión donde ya se encontraban todos los amigos que salieron con prontitud de su departamento a las diez de la mañana.

Pasó el día y Marco intentaba terminar con su resaca tomando litros y litros de agua mineral, mientras miraba incesantemente hacia la puerta, pero Sophía no aparecía; transcurrían las horas y escuchaba discusión tras discusión, sus amigos se retiraron de la reunión y él como un zombie caminó hacia la puerta. Justo en ese momento vio llegar aquella niña crespa, con un chaquetón marrón de cotelé al más puro estilo de El Principito y con una morral artesanal atravesado, su pelo suelto con sus risos presos de la libertad del aire porteño.

A las diez de la noche Marco ya estaba recuperado, luego de comer unos exquisitos tallarines con salsa y haber tomado un consomé de pollo. En ese momento ocurrió lo esperado, se daba por terminada la reunión. Muchos se fueron, pero para la gran mayoría estaba comenzando la noche.

En ese momento Sophía se acercó y le preguntó: “¿Por qué saliste de la reunión justo cuando yo venía llegando?”, él no tenía muy claro los motivos debido a la resaca, pero intentó dar una respuesta coherente y le explicó que si no lo dejaba hablar, no tenía sentido estar en una reunión resolutiva, argumento que la ya no tan pequeña niña asintió con la cabeza.

En ese momento comenzó un largo caminar entre la subida Ecuador, el Playa y finalmente el Proa, un pub-discoteque-restaurant ubicado muy cerca del barrio puerto, donde al entrar, a cada asistentes les entregaron una botella de medio litro de cerveza, para de esta forma, comenzar con ánimo la jornada; Marco miraba hacia el techo y se imaginaba qué hacer en caso de un incendio, su infraestructura es la típica casa del puerto pero hecho bar, pasadizos estrechos, tres pisos de madera, redes y espadas en el techo y una mezcla heterogénea de visitantes, entre turistas, estudiantes y trabajadores del puerto.

Mientras tanto, Olga y Gabriela aleonaban a Marco a sacar a bailar a la pequeña, Sophía conversaba con todos sus amigos, mucho más desenvuelta que aquella fría noche cuando estaba amarrada y vedada; entremedio comenzaron a rondar los bien llamados “jotes”, pero ella seguía tan brillante y desenvuelta como hace dos años. Al terminar la jornada, comenzaron la caminata rumbo a los colectivos; la noche porteña tienen sus riesgos, pero en este caso, era un grupo de a lo menos treinta personas que caminaban por el medio de la calle, sintiéndose dueños del mundo.

En ese momento, Marco se acercó a Sophía, la abrazó y le dijo “abrázame para que no te de tanto frío”, una táctica milenaria casi tan usada, como estirarse en el cine. En ese momento ella lo miró directamente a los ojos y le dijo “si mi novio te viera, no estaría muy contento, ponte en mi lugar y en de él”. Para Marco fue como si le hubieran echado un cubo de hielo sobre la cabeza, no supo que hacer, creyó que todo lo que había sentido durante esas doce horas en el puerto habían sido sólo un mal sueño, pero aun así respondió “es para que no te de frío, tu novio no está aquí y tienes claro que no estás haciendo nada malo”, sin duda era una respuesta desesperada, pero altamente eficaz, pues Sophía decidió abrazarlo y caminar juntos hasta el terminal.


Ya eran las seis de la mañana y comenzaban a salir los omnibuses hacia la capital, Marco rogaba porque el tiempo transcurriera lo más lento posible, pero el sol no dudó en aparecer detrás de las casa montadas una sobre otras. A la hora de despedirse, hubo un abrazo apretado y un “nos hablamos”, y Marco subió junto a sus ebrios amigos al bus rumbo a la capital; esperó que Sophía se quedara a ver cómo se alejaba de andén, pero ella ajustó su morral, cerró su chaquetón marrón y se retiró de forma rápida.

PARTE III

Llovía en las penquistas tierras de la familia de Marco, él disfrutaba cada vez que los visitaba, los paisajes y sembradíos, las reuniones familiares y hasta las idas al supermercado; en un momento, viajaba junto a sus padres a una reunión política cuando sonó su teléfono celular, miró la pantalla y decía "Sophía llamando", inmediatamente comenzaron a sudar sus manos y contestó casi de forma nerviosa, era la primera llamada que recibía de esta universitaria y esperaba que tampoco fuera la última.

Contestó con voz ronca y pausada "aló, con quién tengo el gusto de hablar", aunque tenía guardado el número de Sophía, era una de sus forma de hacerse el interesante. La joven crespa además de preguntar por las cosas típicas de una conversación, hizo una consulta que a Marco lo dejó marcando ocupado, "cuando nos conocimos me dijiste que me vendrías a ver, pero cuándo vas a venir". En ese momento, Marco buscó su agenda y comenzó a ver fechas "este fin de semana no puedo, el otro tampoco, el que viene menos...mmmmm en definitiva, en un mes más". Sin duda parecía una respuesta disuasiva, por lo que Sophía le dijo "no es obligación que vengas, era sólo para saber", por lo cual el joven le contó semana por semana los viajes que tenía programado en su agenda, para que ella entendiera que no eran excusas, sino la realidad.

Fue así, como Sophía le dijo "en un mes más iré a ver Congreso", grupo musical de fines de los 80 y que marcaron el comienzo de la democracia chilena y que Marco conocía desde pequeño, por lo cual no perdió la ocasión y replicó con rapidez "me encanta Congreso! podríamos ir juntos...", en ese momento cambió el tenor de la conversación y la forma de relacionarse. Sophía con los días le explicó que asistiría con sus padres al recital, pero que ellos gustosos irían con Marco, lo invitó a quedarse a su casa, debido a la hora a la que terminaba el recital. En ese momento Marco le dijo "y qué dice tu novio de todo esto", Sophía le respondió "no está muy contento, pero si se enoja, es problema de él y no mio". Esa respuesta fue fundamental para el joven estudiante.

Con planificaciones y conversaciones paso el mes con absoluta rapidez, mientras Marco viajaba por el país, Sophía seguía su vida porteña, hasta que llegó el momento de reunirse en el tan entrañable puerto. Se juntaron en la pasarela Bellavista, ella llegó una hora atrasada, mientas Marco se preguntaba qué hacía en un lugar completamente ajeno a él. Al llegar, ella lo abrazó y le dijo que caminaran rápido al teatro, ya que estaban un tanto atrasado, corrieron y se encontraron con su familia. Marco esperaba encontrarse con unos padres similares a los de él, pero encontró a personas de alrededor de cuarenta años, con apariencia juvenil y por sobre todo, con un estilo hippie.

Entraron al teatro y la gente en éxtasis, mientras el padre de Sophía preguntaba "Hace mucho que te gusta Congreso", Marco respondió que desde niño, intentando que no se notara que desconocía gran parte de las canciones, las que se sabía las gritaba con toda resolución, demostrando que este viaje sólo había tenido un interés cultural. Al terminar el concierto, el padre de Sophía dijo "vamos a comer algo", y se dirigieron al conocido restaurante O'Higgins, momentos en los cuales Marco pensaba "y si hay que pagar algo, de dónde saco plata", pero cordialmente y entre bromas, a la hora de pagar, el padre de la joven crespa cubrió con los gastos y en ese momento Marco respiró con tranquilidad, pero a esas alturas, ya ni sabía lo que había comido.

Se subieron al vehículo y partieron rumbo a su hogar, los padres sentados adelante conversando de las típicas cotidianidad de los matrimonio consolidados y los dos jóvenes casi en silencio en el asiento de atrás, como si una cortina de hielo hubiera entre los dos. En el trayecto una mano comenzó de desplazarse lentamente sobre el asiento, hasta que tocó lentamente los dedos delicados y helados de la joven con risos definidos, para romper el hielo Marco tomó con firmeza la mano y le dijo "tienes las manos muy heladas, las tendré entre las mías para que se temperen un poco", otra táctica tan famosa como abrazar para "capear" el frío. En ese momento los dedos de ambos se movían lentamente, de una forma casi imperceptible, llevando una relación de distancia, redes sociales y un recital a algo un poco más complejo, pero sin más significado que la sumatoria de hechos que para Marco, no ratificaban nada.

Mientras tanto, el vehículo se detuvo frente a un portón y el padre de Sophía, dice "llegamos...", Marco baja raudamente para ver dónde iba a dormir y, en una de esas, tendría la opción de conversar un momento más con la joven dueña de casa, pero al abrir la puerta principal, descubre que el dormitorio de alojados era la sala de la casa, que había sido transformada para el huésped. En ese momento no vio otra alternativa que acostarse, cerrar los ojos y dormir lo antes posible, para viajar temprano a su querido Santiago y olvidar parte de la historia porteña".

Así llegó el otro día, con unas tostadas de pan batido y un jugo de naranja con zanahoria y luego el camino a tomar el bus de regreso, rememorando el panorama de la noche anterior e intentando buscar una nueva ocasión para volverse a ver, mientras el bus estacionado esperaba al joven viajante para comenzar en viaje. Se abrazaron más de tres veces, dándose besos en la mejilla. Marco de fue triste, porque por enésima vez se había hecho ilusiones dignas de un géminis, pero la capital lo reconfortaba, sólo esperaba llegar. 

  
PARTE IV


Era un sábado de abril, mientras Marco caminaba junto a su amiga Carmen por el barrio Yungay, exactamente por la calle Compañía, rumbo al parque de la Quinta Normal, donde se presentaría el grupo Chancho en Piedra y el pianista Roberto Bravo, conversaban sobre mil temas cuando sonó el teléfono de Marco. Contestó sin mirar quién era y al otro lado del auricular estaba la pequeña crespa "hola, soy Sophía", mientras sollozaba de forma incontrolable. Él le preguntó preocupado qué ocurría, a lo que ella le respondió "terminé con mi novio y tengo mucha pena". La cara de preocupación de Marco cambió por una sonrisa de oreja a oreja, mientras le aconsejaba "pero Sophía, por qué hiciste eso, no es bueno ir y venir en una relación, porque eso provoca mucho sufrimiento y desconfianza", y ella le respondió con toda resolución que no volvería con él.

Luego de conversar unos minutos, ella le pregunta al esperanzado joven "vendrás el fin de semana a Valparaíso", Marco no tenía idea de qué se trataba ese viaje pero respondió raudamente "claro, lo tenía planificado hace tiempo". Luego para Marco fueron los 5 días más largos de su vida, especialmente porque una de sus principales características era ser extremadamente ansioso. Así llegó el viernes ya entrando el Pullman bus al Terminal de Buses de Valparaíso y marco sólo con deseos de ver a aquella pequeña de puerto, pero tuvo que esperar hasta la noche.

Programó las dos mil cuatrocientas formas de intentar besarla, pero mientras bebían vino tirados en una inusual cama de mesa de centro, estaba todos sus amigos bromeando "viniste a puro ver a la Sophía...",Marco sólo sonreía y veía que su viaje cada vez sería más en vano. Así pasó la noche hasta que un grupo dijo "nos vamos", Marco se quedaría en el mismo departamento donde estaban, por lo cual, sólo dijo "quiero tomar aire, los voy a encaminar".

Comenzaron a caminar hacia el plan, Marco la abrazó sin mayor resistencia, pero seguía hablando y hablando estupidez tras estupidez, mientras Sophía sólo reía, demostrando que ya era una situación incómoda, los amigos ya iban a más de una cuadra de distancia, Marco repasaba aquellas dos mil cuatrocientas formas de besar a la pequeña crespa, pero ninguna calzaba, y pasaban los segundos. Cuando estaba terminando la cuadra por la orilla del Congreso, justo frente a la puerta del Senado, Marco simplemente la besó, sin mayor preámbulo, siguieron con los besos de forma intermitente mientras caminaban, hasta que llegaron a la esquina de Pedro Montt y acordaron juntarse al otro día en la pasarela Bellavista, justo en un lugar privilegiado para ver el mar.



miércoles, 11 de junio de 2014

El Auriga

Cuando en el Tarot aparece la carta de “La Muerte” no deja de asustar, porque en nuestra concepción occidental católica, apostólica y romana, la muerte se ve como un castigo divino, vemos la desaparición de un ser querido de una forma egoísta, pensando sólo en que nosotros dejaremos de ver a ese alguien. Pero esta carta significa algo mucho más positivo que lo que conocemos culturalmente, es el término de un periodo en la vida y el nacimiento de otro, es el morir y volver a nacer, la purificación por el aire, fuego y agua, que muchas veces nos lleva a la transmutación del espíritu.

Muchos odiamos la incertidumbre y el miedo a la muerte tiene que ver con el temor a lo desconocido, lo que el Kybalión dilucida con la "Polaridad" y que otros buscamos a través de la famosas frases bíblicas "buscad y encontrareis", "pedid y os darán" y "Tocad y os abrirán", dando a entender que la única forma de brindar luz a nuestra oscuridad está en la búsqueda de la verdad.

La inestabilidad, las penurias, la soledad, la inseguridad, el desamor, la pobreza material y en mayor grado la espiritual, son razones por las que existe temor a las cosa que viene, muchas veces nos reprimimos de hacer, decir y hasta en sentir, por experimentar sensaciones de estabilidad.

Queremos ser felices, pero muchas veces los medios para lograrlo son los que alejan de nuestras posibilidades, esto nos trae temores a lo que viene. "El amor más fuerte es aquel que puede mostrar su fragilidad", según Coelho, y muchas veces la fragilidad es lo que más nos asusta. ¿Éste será el miedo a ser feliz?, tal como lo expresa Pablo Neruda "Para que nada nos separe que nada nos una", aunque en la visión racionalista de Nietzsche "En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón", por lo cual nuestro cerebro puede controlar de forma consciente el camino para llegar a la felicidad.

Somos parte de un todo, no existe ni lo bueno ni lo malo, según el Kybalión, trabajo de nuestro gran amigo Hermes Trimegistro, existe el principio de “El Ritmo”, donde nada es absoluto, tal como el  movimiento de un péndulo, que tiene un comienzo y un final, pero cada movimiento es parte de la oscilación; en este sentido no existe la felicidad ni la tristeza, sino etapas más cercanas a estos sentimientos; lo importante en todo esto es entender la famosa carta de "La Muerte", disfrutar y entender los cambios, aprovechar las oportunidades y abrirse a las cosas nuevas.


En la Teoría de Sistema según dice Kuhn, se define la entropía como el orden natural, Jorge Drexler en uno de sus temas expresa "nada se pierde, sólo de transforma". Nunca una situación es igual a la otra, aseveración  asimilable a que "nunca nos bañamos dos veces en el mismo río". Con esto quiero decir que no por haber vivido circunstancias complejas debemos temer a lo que viene, a las personas o al destino, hay que mirar al horizonte y caminar con los ojos muy abiertos a la realidad, con el ritmo firme y decidido del Auriga, es la única forma de avanzar.

viernes, 7 de febrero de 2014

VIAJE AL PASADO DE UN DESCONOCIDO

En la lejanía del tiempo y la distancia, encasillado en un mar de recuerdos, comienzo a descubrir que el mundo actúa, piensa y ama lejos de mi solapado mundo de viajes libres, de conversaciones interminables y en un sinfín de conocer personas cada vez más interesantes.

Recorrer el mundo hace que en cada momento se adquieran nuevas experiencias y conocimientos, nuvas formas de ver la vida; aunque el aprendizaje de los más vetustos se renueva cual ave Fénix en mi comportamiento cada vez más relajado, tranquilo y solitario.

Regalo útil para vivir feliz es una carretera con un buen fin, o como dice Aleks Syntec: "el camino no se acaba, continuaré sin descanso, si logro llegar hasta un punto final, donde no hay más por andar"... el resto del tema lo abandono, porque el seguir recordando y pensando en utopías de distancia desconcentra mi caminar firme y claro por la "vereda tropical", quiero seguir en un viaje perpetuo, conocer a más personas que los que habitan China, aunque sin los tradicionales ojos de sospecha de estos individuos con color a demócrata cristiano (no es xenofobia, sino que simplemente una analogía para alegrar una tarde de empate futbolero y comienzo de tendinitis).

Existen historias de intermedios en el andar, como los conflictos de quienes tienen cuarenta o llegando a los cincuenta, el conocer los dramas de las mujeres y sus y la libertad de los hombres que sólo buscan saciar las ancias de compañía, o esas féminas descritas mamonamente por Arjona que no se liberan de los rollos y traumas provocados por la falla en un matrimonio. Quizás al comenzar un camino junto a alguien significa una proyección total que se rompe con una separación, y que muy en especial, rompen su propia proyección perfecta de la autoimágen.

Soñar en solitario significa lograr metas personales y hacer el quite a cualquier elemento que signifique cambiar de riel, cambiar prioridades y cambiar un paradigma casi perfecto. Equilibro en la autoimágen, equilibro en el actuar y pensar, sensación de tranquilidad que me molesta, pues las metas, logros y muy en especial, las desepciones provocan que mi vida suba y baje, vale decir, que viaje por el mar de los comportamientos y la persepción.

Debo un café, una ida al cine, un almuerzo y espero dos visitas, todo marcado por distintas sensaciones de cariño, semicariño, atracción, casi amor, enrredos de mi cabeza en los mil mares de mas sensaciones... esos deseos de abrazar, y esa rabia cuando sientes que perdiste a quien crees que es la mujer más importante de tu vida (sin pensar en la familia, obvio).

Me carga la sensación de pacividad y resignación, esa idea católica del dolor, de la otra mejilla, del sufrimiento por el prójimo, ese "dar hasta que duela" del padre Hurtado. Prefiero no el egoísmo, sino que el ombliguismo extremos a la hora de lograr metas, olvidar el sentir por un fin, por tener elementos exquisitos para volar por las nubes y contemplar a quienes caminan en el mundo de los "de a pié". Es como pensaba el mítico Juan, pero no Juan el bautista, ni Juan Pablo II, sino que "Juán Salvador Gaviota", el que se perfeccionaba en conocer y volar, quien alcanzaba grandes velocidades para conocer las sensaciones de surcar el cielo con la velocidad de un águila. Juan miraba desde muy arriba como las gaviotas normales iban y venian desde la tierra firme a los pesqueron, sin otra finalidad que alimentarse; él sentía que debía aprovechar sus capacidades para ser más que lo impuesto socialmente por la bandada de la comida, él tenía como finalidad volar, muy alto y muy rápido.

No tengo alas de gaviota, pero me cargan los de la bandada de la comida, los que van en la mitad de la ola, los que asumen con una reverencia, los que aceptan para no complicarse la vida. Me gusta estar con los ojos más abiertos y sin ataduras que me permitan elevarme, volar. Por ahora sonrío al mundo, extraño a un par de gremlin, a unas cuantas gaviotas y a un picaflor volador, pero miro al horizonte y más que ver gente tan común como en una foto del paseo Ahumada, veo un horizonte sin fin.